tomó
el camino del autoexilio
se exilió, sí, de si mismo. fue una mañana tonta de principios de otoño. su equipaje fue liviano. tan solo cuatro o cinco palabras para la muda. hay que ser limpios, le decía siempre su madre. tomó la rampa de la desmemoria y se deslizó bajo la primera sombra que bostezaba cavernas.
los exilios anunciados son una obscenidad, pensaba. con todo, lo más difícil es exiliarse de uno mismo.
no se despidió ni de la cerveza con la que había pasado la noche. quiso recordar cómo se llamaba, pero era mejor así, recordarla sin sabor.
un autoexilio no se debe preparar. se emprende y ya está. es mejor dejar la carne y el sexo encima de la mesita de noche. conviene olvidar el tacto del cabello más ansiado, la lengua que finge ser una orquídea sin edad, las líneas del tranvía que improvisan recorridos por la pelvis más ansiosa (... o ambiciosa).
tomó
el camino del autoexilio
o tal vez
el de la autocomplacencia
se fue temprano
sin dejar una nota
mientras ella
la vida
aún bajo las sábanas
rebosaba desnudez
Frantz Ferentz, 2013
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