Alicia volvió a traspasar el espejo
mas ya no recordaba
cuál era el lado real
y cuál el más real
Se ajustó la bufanda,
echó de menos un té
y se contó los dedos
donde aún tenía restos de nostalgia
¿Por qué en los momentos así
-se preguntaba-
los autobuses solo paran en la palma
de manos ajenas?
Alicia decidió quedarse en medio del espejo,
con medio cuerpo feliz a un lado
y media alma tranquila al otro,
de nada sirvieron las protestas
de los sesudos ególatras
que temieron perder
la silueta de sus sombras antagónicas,
pero de ególatras
están los cementerios adornados
Y Alicia
callada
cerró los ojos y anduvo como una gota de lágrima dulce
por todo el espejo.
© Frantz Ferentz, 2012
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