Las putas de Rabat
son las putas más tristes.
No sé si siempre ha sido así
porque la henna
cubre su desolación de sirocos
y los hombres
tan solo se emborrachan
de impotencia.
Las putas de Rabat
son un alba cansada.
Las he visto fumar
sus noches a oscuras
y consultar en el móvil
llamadas perdidas del desierto,
aquel que un día les fecundaba
las caderas,
las he visto
alzar los ojos
y escupir el paraíso,
mientras fuera
taxis, trenes, tranvías y estrellas
las ignoran de reojo.
Las putas de Rabat
son las putas más tiernas.
No he abrazado a ninguna,
ni siquiera he hablado
con aquellos ojos tristes
que me indagaban
por el color de la melancolía
fugaz como el humo
de cigarros igualmente tristes
que tiñen y desvisten de noche a las putas.
Las putas de Rabat
son las putas más dignas
y su tristeza
no está en venta.
© Frantz Ferentz, 2012